Nací en Zaragoza y me llamaron Pilar. A pesar de pasar mi vida de lunes a viernes en una ciudad que ya empezaba a ser bastante grande, pasé todos los fines de semana y vacaciones en un pueblo del Pirineo, del que proviene mi padre. Es donde me encuentro ahora, tras vivir en otros sitios, estoy comprometida con la niña que se preguntaba todos los domingos por qué no podía vivir allí, con lo bien que se estaba, y aunque han pasado unos cuantos años, de alguna manera sé que la estoy haciendo feliz.
Siempre me interesó la conducta humana, pero estudié educación especial (en lugar de psicología), aunque no me quería dedicar a la enseñanza convencional. Siempre me habían atraído los problemas de conducta, por ello luego estudié psicopedagogía, que era lo que se acercaba más a mis intereses y a donde vivía. También cursé un diploma de especialización de Intervención en Salud Mental y fui combinando mis estudios con trabajos en educación no formal y en contextos de riesgo: presos, jóvenes en riesgo de exclusión social y menores en protección. Paralelamente cursé un máster sobre Programación Neurolingüística y finalmente otro sobre Intervención Psicológica en Contextos de Riesgo. Además, tras toda esta experiencia, estuve trabajando como profesora asociada en la universidad impartiendo diferentes asignaturas de los grados de Educación Primaria y de Educación Infantil, así como del máster de Profesorado de Secundaria en la Universidad de Zaragoza.
Después de haber trabajado en el ámbito educativo, haberme formado y haber llevado a cabo un trabajo personal profundo y continuado, he decidido que es el momento en el que puedo transmitir mis conocimientos sobre educación y conducta.
Durante mi vida ha habido varios puntos de inflexión, pero creo que el más importante fue el momento en el que me di cuenta de que la realidad no era como me habían contado inamoviblemente, sino que yo tenía la opción de escoger cómo quería que fuera, al menos la mía. Imagino que fue el resultado de mi propia evolución, de las clases de algún profesor de la universidad y de la saturación de la falta de libertad. Creo que esa es una de las mayores libertades que puede experimentar el ser humano. Y como eso para mí supuso un cambio tan importante, he basado en esa filosofía mi forma de vida. Para ello he necesitado bucear en mi interior y conocer sobre qué estaban basados mis cimientos en cuanto a mis creencias sobre la vida, ya que hasta entonces me fui construyendo por los mensajes que recibía de mi exterior inconscientemente. Es algo que todos hacemos, es lo natural, y de nosotros depende un día poner a mirar los materiales con los que nos hemos construido y escoger cuáles permanecen en nuestra estructura, y cuáles desechamos. Para ello me hizo falta conocer cómo funciona nuestra mente, experimentarlo en mí misma, y trabajar mucho, sobre todo en mí.
Es importante tener una actitud positiva ante la vida. Es fácil decirlo, sí, facilísimo, no es gratis exactamente, a nuestro cuerpo le supone más gasto de energía ser positivo que ser negativo, ser negativo es mucho más pasivo, con dejarse llevar por la negatividad exterior es suficiente. Pero tampoco cuesta tanto. No es un milagro encontrar aparcamiento en una gran ciudad o que un funcionario sea amable contigo y agilice algún trámite burocrático cuando no es su obligación, son cosas con las que se puede contar, son probables, posibles, y por qué no, “ocurribles”.
Tener una actitud positiva ante la vida cuesta un poco más pero tiene resultados mejores que tenerla negativa. No obstante, los milagros de vez en cuando suceden. Yo no me consideraba especialmente afortunada, no creía en las cosas imposibles, hasta que un día sucedió algo que me hizo cambiar mi pensamiento. Estaba en un momento de mi vida de cambio, había terminado una relación muy larga, había dejado el trabajo, quería mudarme de ciudad, de hecho vivir en un pueblo que era lo que siempre había querido, trabajar con menores… Nadie me acompañaba en esa aventura. No tenía ahorros, ni coche. Eché varios curriculums y un día me llamaron de un trabajo: era para trabajar en un centro de menores en un pueblo!!! Primer inconveniente: cómo voy a vivir en un pueblo sin tener coche… Pues ese mismo día, conocí a una persona que me regaló su coche. Sin trampa ni cartón. Tenía un coche que no usaba, era viejo, pero funcionaba y me lo regaló. Desde entonces me cuesta menos ser positiva, optimista.
¿Por qué no voy a encontrar justo lo que necesito en el momento que lo necesito? Es justo lo contrario a la ley de Murphy, que tanto daño hace… Considero la educación que recibimos la base de nuestros cimientos, la que les damos a los niños, la base de los suyos, y la que nos damos a nosotros mismos, la estructura de nuestra evolución. Por ello veo esa unión tan íntima entre educación y psicología.
Observo que, en ocasiones, la mente es un cajón de sastre, nuestra interpretación de la realidad una gran confusión, y la toma de decisiones sobre nuestra vida, una quimera. Por ello trato de ofrecer una serie de herramientas para que la mente esté algo más ordenada, podamos ver la realidad con mayor objetividad y nos sean más sencillas nuestras actuaciones en la vida diaria, sin olvidar las emociones, comprendiendo de dónde nacen y utilizando la útil información que nos transmiten.
Llegados a este punto es cuando decido vivir donde quiero, hacer lo que me hace sentir bien y transmitiendo mis conocimientos, porque es lo que me gusta, con lo que disfruto y gracias a lo que me he permitido vivir a mi manera esta aventura que es la vida.
Una cosa importante he de decir, fácil, lo que se dice fácil, no es… Pero tampoco lo es vivir de una forma que no te agrada… También es verdad que podemos estar acostumbrados a esa vida y que con el piloto automático se puede ir tirando… Sólo hay que querer, decidir entre una cosa u otra, depende de cada uno, pero si eliges este camino ofrezco una serie de utensilios y herramientas para que sea más llevadero.