Esta semana hemos trabajado una sesión sobre coeducación en Ansó y ha sido interesantísima.
Para quien no tenga claro el término, la coeducación consiste en dar una educación igual a niños y niñas, sin tener en cuenta los estereotipos de género que normalmente la condicionan.
Y otra aclaración: las diferencias de sexo entre hombre y mujer vienen dadas por los genitales y las diferencias biológicas de sus cuerpos. Sin embargo las diferencias de género vienen dadas por la construcción cultural que hemos creado de lo que se supone que es ser o comportarse como una mujer y como un hombre. Una de las bases de la desigualdad es la creencia de que las diferencias de género son reales y no un constructo. Desde la coeducación se trata de tumbar los estereotipos de género para transmitir una igual educación a niñas y a niños.

Aquí queda bastante claro.
Si eres una persona consciente de la importancia de la educación e interesada en dotar de herramientas a tu hij@ para que sea una persona fuerte y autónoma, probablemente ya hayas hecho cambios con respecto a cómo se educaba antes. Me refiero, a que si tu hijo te pide un carrito, se lo comprarás aunque sea un juguete “de chicas”. O a que si tu hija quiere jugar a fútbol, se lo permitirás aunque sea un deporte “de chicos”.

Como estos niños que juegan a portear.
La forma de educar en este aspecto ha mejorado mucho en las cosas más visibles. Pero sigue habiendo mucho en lo que mejorar en temas más sutiles y profundos. En las formas como nos relacionamos con niños y niñas, en cómo nos dirigimos a ell@s, en las expectativas que sin darnos cuenta les transmitimos.
Y se las transmitimos porque en el fondo tenemos creencias muy arraigadas sobre las diferencias que hay entre hombres y mujeres. Están tan arraigadas que ni siquiera nos damos cuenta de que las tenemos. El primer paso es aceptarlas y el segundo tratar de cambiarlas.
Luego está el tema de las expectativas. ¿Qué se espera de un hijo? ¿Que quiera más a la madre, que sea noble, competitivo, que no sea muy complicado, que sea templado?
¿Qué se espera de una hija? ¿Que quiera más al padre, que sea más aplicada, que no llame mucho la atención? ¿Que le gusten las manualidades, que sea femenina, que tenga cuidado con las relaciones sexuales?
Igual no se esperan estas cosas pero se esperan otras. Las expectativas están muy condicionadas por las creencias también.
Creer que los hombres son de una manera y las mujeres de otra hace que nos dirijamos de forma diferente a los hijos que a las hijas. Y la manera en la que nos relacionamos con ell@s, l@s modela, eso es una realidad. También esperamos unas reacciones en función del sexo de l@s hij@s. Si no las recibimos, aunque no lo digamos, ell@s pueden percibir una sutil decepción o desaprobación por vuestra parte. Y esto, puede favorecer que inconscientemente decidan ser como vosotr@s esperáis que sean. A fin de cuentas, no ser ell@s mism@s y parecerse más al estereotipo del género al que pertenecen.
Mi madre, cuando yo era pequeña siempre me quería vestir con vestidos que ella misma hacía. Recuerdo “lo mal que se lo hacía pasar” por querer ir con chándal. Y me sentía culpable por ello. Pensar en estas cosas de nuestra infancia, en las limitaciones que pudimos tener por no encajar en lo que se esperaba de nosotr@s nos puede hacer tomar conciencia de cómo nos sentimos agudizar la empatía con la que nos relacionamos con l@s hij@s.

A esta edad me daría igual llevar vestido pero mas adelante ya no.
La verdad es que este tema puede dar mucho de sí, muchísimo. Vamos avanzando pero queda mucho camino por hacer. Son muchos siglos de creencias machistas que afectan negativamente a hombres y mujeres. Pero poco a poco podemos ir cambiando, sólo hay que tener los ojos bien abiertos.