La desmotivación en l@s niñ@s

El otro día me hacían una consulta relacionada con este tema.

Parece ser que hay muchas personas preocupadas por la desmotivación de sus hij@s en estos momentos. Concretamente, el “problema” es que no tienen demasiadas ganas de hacer nada y se inclinan más por actividades relacionadas con las pantallas.

La desmotivación no es un problema, es una emoción más bien desagradable y es perfectamente normal en una situación de este tipo. Cuando hay monotonía, es más fácil que surja, ya que por lo general, en nuestro día a día, tenemos estímulos que nos motivan.

La desmotivación nos puede parecer un problema dependiendo de nuestras creencias. Si creemos que tenemos que aprovechar todo el rato el tiempo, sentir desmotivación nos parecerá algo negativo, ya que nos impedirá ponernos en marcha. No sentir motivación supone que el motor que nos mueve, está apagado o con poca fuerza.

Una de las cosas que está poniendo en evidencia esta situación es la obsesión que tenemos por sacarle rendimiento al tiempo, por ser productiv@s. Y esto se merece un artículo aparte, ya que al aburrimiento y frustración derivadas de este momento, se le suma a la necesidad de ser productiv@s para sentir que valemos.

Si tenemos la creencia inconsciente de que para sentirnos bien tenemos que no parar de hacer cosas todo el tiempo, se la estaremos transmitiendo a ell@s. Y esto, muy sano, no es. La enfermedad de estar ocupado todo el tiempo es un buen ejemplo de ello.

Las emociones desagradables hay que experimentarlas. Es de esta manera como se aprenden a gestionar.

¿Qué información nos da la desmotivación? Pues que algo no nos llena, que no nos sentimos realizad@s… Y que tenemos que hacer algún cambio en nuestra rutina para recuperar esas ganas.

Lo que pasa es que en estos momentos, tenemos limitaciones impuestas y es más difícil aparentemente recuperar la ilusión. Y digo aparentemente porque por lo general nos motivan cosas externas a nosotr@s: actividades, gente, eventos… Estamos acostumbrad@s a una cantidad de estímulos alta y con una alta intensidad. El ritmo frenético del día a día, actividades en la escuela súper llamativas,  extraescolares súper originales, fiestas de cumpleaños completísimas… Y claro, ante semejante estimulación, cualquier otra cosa, no nos sabe a nada.

Es como si estuviéramos acostumbrad@s a comerlo todo con kétchup, salsa de soja y salsa agridulce. Si luego nos comemos unas nutritivas acelgas con patata y aceite de oliva, no nos saben a nada. Pues con la vida que llevamos pasa muy parecido.

Lo mismo pasa cuando se tienen muchos juguetes, que no se valora ninguno.

Actos a los que antes no les daba mucha importancia, como escoger la ropa que me iba a poner, estos días son momentos especiales. Lo disfruto más. Igual que cocinar, hacer la colada, ir a comprar el día que toca… ¿Y cómo se pasa de no darle importancia a una cosa a dársela? Pues haciendo un ejercicio de toma de conciencia, observando, agradeciendo.

La vida nos ha bajado las revoluciones a tod@s. Aprender a vivir en esta frecuencia es una cuestión de aprendizaje. Lo podemos aprender y lo podemos enseñar. Y será algo muy valioso para nuestras vidas. Porque es más sano vivir más despacio con más sobriedad.

Si quieres saber más sobre cómo gestionar las emociones con tus hij@s, aquí te dejo esta herramienta.

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