La utilidad de la queja

¿Cuándo es adaptativo quejarse y cuándo no?

El otro día compartí esta publicación en Instagram y generó algún comentario interesante. Una cosa es sacar lo que llevas dentro y otra aprovecharse y que la queja te sirva para lamentarse y no actuar.

La publicación.

Efectivamente, quejarse es necesario. La queja surge muchas veces de la percepción de injusticia, por ejemplo, cuando ves que te han cobrado de más en el ticket de la compra o que atienden antes a un cliente en un bar cuando tú has llegado antes. Es una sensación que te lleva a la acción. Aunque no siempre es así, porque a veces no nos atrevemos, creemos que no va a servir para nada o nos pilla por sorpresa.

Lo suyo es verter nuestras quejas en el lugar adecuado y el momento oportuno. En atención al cliente o al personal del bar en los ejemplos anteriores.

La falta de asertividad muchas veces nos impide llevar a cabo esas quejas. Y por ello, a veces las depositamos donde no debemos o simplemente nos vamos saturando de irritación que acabamos pagando con personas cercanas o de confianza.

No siempre podemos poner una reclamación sobre algo que consideramos injusto. El tiempo, la enfermedad, la pandemia, la muerte… Son causas mayores. Podemos quejarnos, pero hay que dar el siguiente paso, que es aceptar. Hay cosas que son así, es lo que hay y es un gesto de madurez aceptarlo.

Desahogarse es necesario, nos sirve para sentirnos mejor y para poner encima de la mesa eso que tenemos dentro, verlo con mayor claridad y poner orden o soluciones. El problema es cuando solo lo soltamos pero nos quedamos con la sensación de alivio. Si el desahogarnos no va seguido de la acción, es cuando podemos engancharnos a la queja de forma victimista.

Una forma de desahogarse.

Hay mucho discurso de ese tipo. En conversaciones casuales de bar, de ascensor, de hablar por hablar. Hablar de lo mal que está todo, de lo mal que lo hacen quienes están en política, la sanidad, la pandemia… La queja es necesaria pero en su justa medida. Porque si nos pasamos, estamos entrenando a nuestro cerebro para que se centro en lo negativo. Y es lo que le faltaba a nuestro cerebro, que ya de por sí tiene mucha más facilidad para fijarse en lo negativo que en lo positivo. Se requiere más un entrenamiento en focalizar lo positivo para tener una mejor salud mental.

Alternativas a la queja.

Por eso, las quejas que se vierten en la imagen de la que hablamos, pueden verse también como una falta de agradecimiento, que sería una de esas formas de entrenar nuestra mente en focalizarnos en lo positivo. Puedes permitirte un rato de queja, pero no engancharte, no quedarte ahí. Porque entonces entras en el victimismo y esto crea actitudes de indefensión aprendida, de no intentar y de justificación de no cambio.

Hay que tener cuidado con esta actitud ya que tiene dos peligros importantes. Uno es que puedes entrar fácilmente en el autoengaño y salir de ese discurso no es fácil. Otro es que a pesar de que al principio con esta actitud puedes llamar la atención sobre la gente que te rodea, antes o después el victimismo genera rechazo y puede provocar la soledad en quien se comporta así. Así que cuidado con la queja, en el momento adecuado, con la persona correcta y solo un ratito.

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