Pequeñas cosas que previenen terribles consecuencias

Este verano he estado compartiendo muchos posts y vídeos relacionados con la educación emocional. He observado cómo hay una resistencia muy potente a la hora de cambiar según qué hábitos que no son nada respetuosos, bien con l@s hij@s, bien con sus pregenitor@s.

Las cosas no cambian cambiando un gran factor. Las cosas cambian cuando cambiamos pequeñas cosas. Y cuando las cambiamos con convicción, no porque lo diga una u otra persona, corriente o pedagogía.

Las pequeñas cosas.

Lo que cambia la educación es la toma de conciencia de lo que estamos haciendo con l@s niñ@s. La sensibilidad de ponernos en su lugar. Hacernos cargo de la gran vulnerabilidad de los seres que tenemos entre manos.

Son varios los temas a los que me refiero, pero creo que en este post, sólo me va a dar tiempo de tratar uno.

Esta fue la publicación que compartí.

La afectividad forzada. Dar besos y abrazos por educación. Cuando les pedimos a l@s niñ@s que den un beso o un abrazo a quien sea, les estamos privando del derecho a decidir sobre su cuerpo. Ante este argumento me encuentro con réplicas del tipo “si hacen lo que quieren con todo, serían salvajes”, “besar o abrazar son saludos en nuestra sociedad, si no lo hacen serán maleducados”, “de pequeña yo daba besos y eso no ha hecho que no me respete a mí misma”, etc. Podemos insistir en que sean educados y digan hola y adiós, pero se puede hacer sin contacto físico forzado.

La afectividad es algo en lo que debemos dar a elegir. Ellos pueden decidir a quien besar o si les apetece dar un abrazo. Tienen capacidad para ello. No dejarles decidir es como decirles “no hagas caso de lo que sientes, tú no lo sabes y yo sí”. ¡Con lo importante que es que tomen conciencia de sus emociones desde bien pequeños! No tiene nada que ver con la falta de capacidad para decidir si se duchan, cuánto comen o si se toman una medicina. Esto no lo saben y los padres y madres deben estar ahí para eso. No se puede dejar que l@s peques decidan eso.

Aunque explique en estos posts que hay otras formas de saludar, el empeño por parte de algun@s de mis seguidor@s en que “obligarles” a dar besos y abrazos, persiste. Además, cuando hablo de obligarles no quiero decir utilizando la fuerza. Me refiero a insistirles o a chantajearles con frases del tipo “la abuela se pone triste cuando no quieres darle un beso”.

El hecho de que a ti no te haya afectado que te obligaran a hacerlo (aparentemente), no significa que a tus hij@s no les vaya a afectar.

Puede que tú creas que un niño tiene que ser cariñoso, pero esa creencia es falsa. Un niño será cariñoso a su manera cuando lo sienta, pero no se puede forzar.

Quizá te deja “mal” o “en evidencia” cuando no besa o abraza cuando TÚ consideras que debería hacerlo. Y lo pasas mal TÚ en ese momento. Pero si eres tú quien lo pasa mal, eres tú quien debe aprender a gestionarlo mejor. No puede ser que un formalismo social te lleve a transmitirle a tu hij@ que esas faltas de respeto hacia uno mismo son buenas.

Vas a pasar vergüenza muchas veces, pero es normal.

¿Y por qué tanto empeño por mi parte en no forzar la afectividad de l@s niñ@s? Primero, porque me parece una forma de respetarles y de que aprendan a respetarse a ell@s mism@s. Es mucho más fácil empezar a educar en el respeto por cosas visibles que por actitudes mentales hacia nosotros mis@s. Decirles a l@s niñ@s “tienes que respetarte” es fácil. Pero, ¿cómo se hace eso de respetarse a uno mismo? Tratándose bien. ¿Y cómo se trata uno bien? Con conductas de auto cuidado físico, visibles, tangibles: abrigarse bien, no perder el almuerzo, estando atento a los posibles peligros… Una vez que nos tratamos bien de esta manera, es más fácil que, por ejemplo, podamos ser asertivos y que vaya mejorando nuestra autoestima.

Si le decimos a un niño “tienes que hacerte respetar” pero luego le obligamos a que dé besos y abrazos cuando no le apetece… Le estamos dando mensajes contradictorios y ganará nuestra actitud más que nuestras palabras.

Hay otra razón potentísima para hacer hincapié en este tema. En el mundo entero no paran de darse casos de abuso sexual infantil. Hay más de 4.000 denuncias al año en España pero se dan muchísimos más casos que no se denuncian. Estamos hablando de que el 15% de los niños y el 23% de las niñas sufren abusos sexuales y en muchos casos de forma repetida. Es una auténtica epidemia que se silencia cada día y conlleva unas secuelas psicológicas arrasadoras.

El primer paso para evitarlo es que el niño o la niña sepan que su cuerpo es suyo y que ell@s deciden sobre él.

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