La pena me parece una de las pocas emociones que no es muy constructiva.
Esta emoción no es sinónima a la tristeza. Es un sentimiento de tristeza y ternura producido por el padecimiento de alguien. La tristeza de por sí no es consecuencia directa exclusivamente del sufrimiento de alguien, sino que puede suceder por otro tipo de cosas. Así que diríamos que la pena es un tipo concreto de tristeza.
Pero el padecimiento de alguien no lo conocemos la mayor parte de las veces, sino que lo interpretamos. Siempre digo cuando doy clases a padres y madres que la pena es muy mala consejera a la hora de educar y es porque nos manipula para que seamos menos firmes y más permisiv@s en temas que, racionalmente, habíamos decidido otra cosa.
Pues esta manipulación se extrapola a todo.
Si le damos cancha a la pena nuestro diálogo interno nos puede convencer de, por miedo a sentirnos culpables, hacer cosas que realmente no queremos. Así que como veis, la pena y la culpa van muy unidas. Ambas emociones me parece que pueden ser bastante tóxicas, aunque no siempre.

El diálogo interno nos puede machacar.
Por ejemplo, imaginemos que hemos decidido no quedar con una persona que nos ha propuesto un plan porque necesitamos descansar. Hemos tomado la decisión de priorizar ese tipo de cosas por encima de otras así que tenemos claro que queremos hacerlo así. Pero la otra persona, como no hemos quedado con ella, no hace el plan. Podemos acabar sintiéndonos mal porque por nuestra culpa no está haciendo algo que querría hacer. Esto puede llevar a que acabemos haciendo lo que no queríamos y acabar traicionándonos de alguna manera.

De esto ya he hablado últimamente…
Este tipo de conclusión es bastante errónea, aunque puede ser muy común. Si la otra persona quiere hacer el plan que tenía previsto, es su responsabilidad buscar a otra persona para hacerlo o hacerlo en solitario. Pero la pena nos hace ver a esa persona como desvalida o pobrecita y para evitar la culpa que eso nos genera, a veces preferimos obviar nuestras necesidades con tal de no sentir esa quemazón.
La visión más constructiva es que cada un@ somos responsables de nuestras vidas y de nuestras emociones y que es importante priorizarse a un@ mism@ aunque nos hayan enseñado erróneamente que eso es egoísmo.
No significa que tengas que ser impasible y no te conmuevas por nada. La pena hay que sentirla pero no provocarla. A todo el mundo le pasan desgracias pero sentir demasiada pena por algunas personas puede provocar que les acabemos tratando con condescendencia. También la forma de tratar a las personas que nos provoca la pena puede suponer que creemos víctimas y el victimismo supone autocompasión y no tomar las riendas.
Podemos ser manipulad@s a través de la pena por l@s demás o por nosotr@s mism@s. Mientras tengamos unas creencias firmes sobre las desgracias de la gente y lo negativo del victimismo, seremos menos susceptibles de ser manipulad@s.