Veo muchas publicaciones de este tipo y me parecen un poco peligrosas según cómo se interpreten.
Etiqueta: ejemplo
Si lo hago yo, ¿cómo se lo voy a prohibir a mi hij@?
El otro día, mirando el instagram de una madre “famosilla” me encontré con esta frase.
¿Cuándo es aconsejable que l@s niños tengan su propio móvil?
No vamos a tener mucho poder de decisión con respecto a esto, porque nos lo van a pedir mucho antes de lo que consideremos oportuno y la presión va a ser mucha. Pero dicho esto, más que una edad concreta para que un niño tenga su propio teléfono móvil, deberían tenerse en cuenta otros aspectos, pero la edad a partir de la cual se considera menos inadecuado suele ser a partir de los 12 años. ¿Por qué? Por las siguientes razones:
Respeta a tus padres, respeta a tus hij@s.
Cuando somos niños, nuestros padres tienen que ser padres, no amigos. Esa jerarquía tiene una lógica, muy relacionada con los límites, el cuidado, el afecto, la madurez… Pero con el paso de los años, esto tiene que cambiar.
De hecho, para sanar las relaciones entre padres e hijos adultos, es necesario que el respeto sea la base de la relación. Y si hay respeto no debe haber ni juicios, ni manipulaciones, ni chantajes. Debe partirse de la igualdad.
Los reproches y las exigencias muchas veces son intercambiados dentro de las relaciones paterno filiales. El antídoto para estos elementos tóxicos de la comunicación son el perdón y la aceptación.
El perdón referido a lo que hubiéramos deseado que fueran nuestros padres: las cosas que no nos gustaron en nuestra niñez, lo que nos dolió, el abandono que sentimos, el habernos sentido tratados injustamente… Nuestros padres lo hicieron con nosotros lo mejor que supieron y suelen superar con creces a sus propios padres en cuanto a cuidados se refiere.
El perdón aplicado a uno mismo también es importante. Perdonarnos por habernos comportado mal, por “haberles fallado”, por no atrevernos a hacer o decir lo que hubiéramos querido. También lo hicimos lo mejor que supimos.
El antídoto para terminar con las exigencias, que a su vez conllevan chantajes emocionales, manipulaciones y culpabilidades, es la aceptación. La aceptación de que cada uno es como es, al margen de que te gustara que tu padre fuera más maduro o tu madre más responsable. Son como son y tratar de cambiarlos no te llevará más que a conflictos y discusiones. Acepta que eres como eres y eso está bien, al margen de que tus padres hubieran preferido que tu pareja tuviera otras características, tu trabajo fuera más estable o criaras a tus hijos más a su manera que a la tuya.
Es cuestión de establecer una tregua. Las relaciones íntimas son las más complejas. Las de pareja no se quedan atrás, pero las que se dan entre padres e hijos son realmente complicadas porque comienzan desde una desigualdad notable y necesaria, que debería ir desapareciendo con el tiempo, pero que en muchas ocasiones se mantiene hasta el final de nuestros días.
Este post ha sido inspirado por una consulta que me ha hecho una persona. Teme que su pareja no sea aprobada por sus padres por ser 10 años menor. De alguna manera, mientras no nos equiparemos a nuestros padres, mientras no nos tratemos entre nosotros como adultos y sin jerarquías, esos temores van a estar ahí. Pretender agradarles como cuando éramos niños, no es una buena fórmula para que estas relaciones maduren, porque primero debemos hacerlo nosotros mismos. Y madurar supone tener claro qué queremos, por qué lo queremos y que nos lo merecemos. Y a partir de ahí, si eso se convierte en nuestra base, nos dará igual que nos aprueben o no.
De la misma manera, alcanzar esa madurez, nos permitirá tratar a nuestros hijos desde el respeto, aplicado de una manera cuando sean pequeños y de otra más “de igual a igual” cuando sean mayores.
¿Te gusta que tus hijos se parezcan a ti?
El típico comentario cuando conocemos a un niño: “es clavado al padre”, “ha salido a la abuela”, “tiene tus ojos”, “en la mala leche ha salido a su madre”… Aunque también son comentarios que surgen desde los propios padres, ¿no?
Y es que hay casos que son llamativos, comparas al peque con fotografías de su padre o su madre a su misma edad, ¡y son dos gotas de agua!
No obstante, aparte de las semejanzas físicas, también están las psicológicas o comportamentales. Muchas veces me plantean esta duda: ¿el carácter es hereditario? Y claro, yo dedicándome a lo que me dedico, no puedo decir que sí, porque entonces, apaga y vámonos. Tampoco puedo decir que no. Simplemente parto de que hay un porcentaje genético que predispone al niño a ser más o menos temperamental, más o menos extrovertido, más o menos resiliente… Pero todo esto se va a desarrollar en función de cómo se relacione con su contexto.
Los niños hacen lo que ven. Y van a copiar a sus padres con exactitud. Quizá no a los dos, puede haber una predisposición a tirar más hacia uno o hacia otro, precisamente por ese componente biológico del que hablaba antes.
Así que, puesto que te va a copiar, ¿eres consciente del ejemplo que le estás dando? Y no me refiero solamente a si tiras papeles al suelo o a si fumas. Me refiero a otras muchas actitudes del día a día, como por ejemplo:
- Tu relación con la comida: ¿disfrutas, comes con ansiedad, te sientes culpable después de una opípara comida? ¿Te gusta más o menos todo o le encuentras pegas a muchos alimentos? ¿Comes equilibradamente o vives a dieta?
- ¿Te da miedo hacer cosas o te atreves a probar experiencias nuevas?
- ¿Te relacionas con los demás con naturalidad o son las inseguridades quienes guían tu patrón de conducta?
- ¿Eres perezos@ o vences la comodidad y disfrutas del movimiento y el bienes que ello genera?
- ¿Criticas o describes comportamientos? Aprender a utilizar un lenguaje neutro genera emociones menos intensas y más fáciles de gestionar.
- ¿Qué tipo de mensajes das sobre tu cuerpo? ¿Lo valoras y cuidas o lo menos precias con comentarios negativos sobre él? Este post es muy gráfico sobre las consecuencias que pueden tener comentarios negativos sobre tu cuerpo.
- ¿Le das más importancia a las experiencias o a lo material?
- ¿Basas tus decisiones en argumentos reflexionados que te generen bienestar o te dejas llevar por la impulsividad y acabas haciendo cosas que no querías?
- ¿Basas tus opiniones en tu propio criterio o sacas conclusiones aceleradas sin tener demasiada información?
Pues después de que te hagas estas preguntas y te las contestes, quizás haya alguna de tus actitudes del día a día, que no querrías que tus hij@s te copiaran. Te animo a que trates de cambiarla, pero desde la comprensión.
Es decir, primero es importante que reflexiones sobre lo bueno y lo malo que te ha acarreado a ti esa actitud, motivándote para cambiar. Segundo, si no quieres “pegarle” esas actitudes a tus hij@s y quieres que tengan una vida más fácil en ese aspecto, puedes tratar de introducir cambios. Eso sí, poco a poco y premiándote por ello. El simple hecho de que vean que te esfuerzas por cambiar cosas de ti, les va a dar un gran ejemplo y de esta manera van a aprender que ell@s tienen control sobre su vida y su forma de actuar.
Espero que este post te haya sido útil, ¡hasta la próxima semana!