¿Qué tal te llevas contigo? ¿Te caes bien? ¿Mal? ¿Te gustas? ¿O no te aguantas?
Etiqueta: defectos
Por tu amor, tu hij@ es capaz de vender su alma al mismo diablo
¿Lo sabías?
Respeta a tus padres, respeta a tus hij@s.
Cuando somos niños, nuestros padres tienen que ser padres, no amigos. Esa jerarquía tiene una lógica, muy relacionada con los límites, el cuidado, el afecto, la madurez… Pero con el paso de los años, esto tiene que cambiar.
De hecho, para sanar las relaciones entre padres e hijos adultos, es necesario que el respeto sea la base de la relación. Y si hay respeto no debe haber ni juicios, ni manipulaciones, ni chantajes. Debe partirse de la igualdad.
Los reproches y las exigencias muchas veces son intercambiados dentro de las relaciones paterno filiales. El antídoto para estos elementos tóxicos de la comunicación son el perdón y la aceptación.
El perdón referido a lo que hubiéramos deseado que fueran nuestros padres: las cosas que no nos gustaron en nuestra niñez, lo que nos dolió, el abandono que sentimos, el habernos sentido tratados injustamente… Nuestros padres lo hicieron con nosotros lo mejor que supieron y suelen superar con creces a sus propios padres en cuanto a cuidados se refiere.
El perdón aplicado a uno mismo también es importante. Perdonarnos por habernos comportado mal, por “haberles fallado”, por no atrevernos a hacer o decir lo que hubiéramos querido. También lo hicimos lo mejor que supimos.
El antídoto para terminar con las exigencias, que a su vez conllevan chantajes emocionales, manipulaciones y culpabilidades, es la aceptación. La aceptación de que cada uno es como es, al margen de que te gustara que tu padre fuera más maduro o tu madre más responsable. Son como son y tratar de cambiarlos no te llevará más que a conflictos y discusiones. Acepta que eres como eres y eso está bien, al margen de que tus padres hubieran preferido que tu pareja tuviera otras características, tu trabajo fuera más estable o criaras a tus hijos más a su manera que a la tuya.
Es cuestión de establecer una tregua. Las relaciones íntimas son las más complejas. Las de pareja no se quedan atrás, pero las que se dan entre padres e hijos son realmente complicadas porque comienzan desde una desigualdad notable y necesaria, que debería ir desapareciendo con el tiempo, pero que en muchas ocasiones se mantiene hasta el final de nuestros días.
Este post ha sido inspirado por una consulta que me ha hecho una persona. Teme que su pareja no sea aprobada por sus padres por ser 10 años menor. De alguna manera, mientras no nos equiparemos a nuestros padres, mientras no nos tratemos entre nosotros como adultos y sin jerarquías, esos temores van a estar ahí. Pretender agradarles como cuando éramos niños, no es una buena fórmula para que estas relaciones maduren, porque primero debemos hacerlo nosotros mismos. Y madurar supone tener claro qué queremos, por qué lo queremos y que nos lo merecemos. Y a partir de ahí, si eso se convierte en nuestra base, nos dará igual que nos aprueben o no.
De la misma manera, alcanzar esa madurez, nos permitirá tratar a nuestros hijos desde el respeto, aplicado de una manera cuando sean pequeños y de otra más “de igual a igual” cuando sean mayores.
¿Quiero mejorar por mi bien o para ser más perfecta?
Pues está muy bien que te preguntes esto, porque dependiendo de la respuesta tendrás éxito o no.
¿Por qué? Porque de la intención que tengas, depende todo.
Porque cuando lo haces por tu bien, lo haces por ti. Y cuando lo haces para ser más perfecta, lo haces por los demás. Deja que te diga una cosa: perfecta, ya eres. Dejas de serlo cuando te comparas con los demás.
¿Y cómo saber si lo haces por una u otra razón? Pues a base de preguntas, auto observación y reflexión. Tirando del ovillo. Sólo tú tienes la respuesta. Eso sí, has de ser sincera contigo misma, muchas veces no nos gusta admitir que hacemos las cosas por agradar a los demás o para obtener su aprobación. Pero muchas veces lo hacemos por eso. Claro que a todos nos gusta que nos halaguen, gustar o, cuanto menos, que no nos critiquen. Pero el peligro es perder el norte de lo que queremos.
¿Tan difícil es creernos que ya somos perfectos? Según la Real Academia de la Lengua Española, hay dos definiciones de la palabra perfecto que nos pueden ilustrar: “Que tiene el mayor grado posible de bondad o excelencia en su línea” y “Que posee el grado máximo de una determinada cualidad o defecto”. Pues es que nosotros ya lo somos. ¿Por qué? Porque somos únicos, incomparables, genuinos, irrepetibles.
NI HAY, NI HA HABIDO, NI HABRÁ JAMÁS NADIE COMO TÚ.
QUE TE QUEDE CLARO.
Si quieres mejorar, que sea por ti, al margen de lo que les parezca a los demás.
Mejora, pero desde la aceptación de tus defectos. Incluso desde mirarlos con cariño y comprensión. Míralos con humor, trátalos con amor. Y podrás cambiarlos con mayor facilidad. O incluso puedes darte cuenta, de que a tus ojos, no están tan mal y decidir quedártelos.
Es una cuestión de tratarte bien. Porque mejorar es un proceso que requiere de cariño para contigo. Para empezar, porque seguro que no estás tan mal como crees. Porque simplemente por el hecho de que quieras mejorar, ya implica que tienes cierto nivel de autoevaluación y autoobservación, que te cuidas, vaya. Trabajo con personas constantemente que quieren mejorar y veo que tienen una visión de sí mismas o del problema a tratar peor de lo que yo percibo. Están mucho mejor de lo que creen, pero su visión de la situación es pesimista.
Este vídeo, que me gusta ver de vez en cuando, creo que puede ir muy bien para ilustrar este texto. Imaginarme dentro de 30 años, echando en falta mi fortaleza, mi salud, mi jovialidad, mi piel, mi agilidad, los seres queridos que ya no estarán… Me sirve para darme cuenta de que ahora ya tengo cosas que son irremplazables, importantes de verdad y eso me hace valorarlas y sentirme dichosa de disfrutarlas. Entonces me doy cuenta de que muchas cosas que “me faltan” son CHORRADAS. Mejorar está bien, pero lo que ya soy, lo que ya tengo, es suficiente para ser feliz.
Estar “mal” no le gusta a nadie, pero a veces hay que aprender a estar bien estando mal. Porque nada es tan grave, de todo podemos a prender, de todo podemos reírnos y todo pasa.
Darle la importancia justa a las cosas y no presionarnos demasiado es lo que nos va a dar al final, una mejor calidad de vida.
No olvides lo importante.