Es otra de las emociones que se están sintiendo con bastante frecuencia en la pandemia.
Etiqueta: objetivos
Equilibrar autocastigo y autopremio
La relación que mantenemos con nosotr@s mism@s da mucho juego.
¿Sabes qué pasa si mezclas objetivos, expectativas e idealización?
Pues que tienes una buena ración de frustración, desilusión y decepción.
¿Crees que mereces lo que deseas?
El otro día hablando sobre autoestima en una sesión de formación, estuve hablando sobre el merecimiento y caí en que nunca había escrito sobre ello en profundidad. Así que allá voy.
La negatividad sirve para algo bueno
Todo lo que hacemos tiene un porqué y un para qué. Hasta la negatividad, que a priori no es buena, lo tiene.
¿Cómo quieres que sea tu hij@?
¿Por qué educas de una manera y no de otra? ¿De qué depende? ¿Te lo planteas? ¿Te has parado a pensar en esto? ¿A qué le das importancia? ¿Cómo quieres que sea tu hij@? La respuesta a esta pregunta puede tener muchas interpretaciones…
Todos tenemos expectativas, es inevitable, hemos aprendido a tenerlas y romper ese hábito es difícil… Pero las expectativas dañan seriamente la felicidad… Y, entonces, ¿no debemos querer cosas para nuestr@s hij@s? Sí, podemos querer que se conviertan en X, pero no planteado como una expectativa, sino como un objetivo.
¿Y en qué se diferencia una expectativa de un objetivo? Que la primera es un deseo pasivo y el segundo es algo que nos planteamos de forma más activa y planificada. Por ejemplo, puede desear tener una vida determinada, con un trabajo determinado, una pareja determinada… y eso son expectativas. Cuando planificas cómo conseguirlo, se convierten en objetivos.
Ambos pueden aplicarse a temas vitales, como un trabajo, una familia, un lugar en el que vivir, un sueño… Pero cuando se aplican a personas que no son nosotros mismos, empiezan a complicarse la cosa. Porque cuando no se cumplen, nos decepcionamos y cuando esto ocurre, trasladamos nuestro descontento, a veces, hacia la persona en cuestión.
Un padre puede desear que sus hijos sean tal o cual cosa. Si no desarrolla un plan para que eso suceda, se va a frustrar con facilidad y esa frustración la pueden pagar sus hijos. Esto supone que el padre puede trasladarles decepción, reproches, falta de aprobación y de amor incondicional. Si el objetivo que querías que lograra, es suyo también, suficiente tendrá con no haberlo conseguido, no necesita además que le mires con “esperaba más de ti” en tus ojos.
Cuando esperamos determinadas cosas de nuestros hij@s, aunque sean objetivos, no podemos jugar con el amor que les profesamos como arma para conseguirlo. Sí, ya sé que da un rápido resultado, porque conseguimos lo que queremos con rapidez, pero lo que ellos sienten, es que no les queremos. Si estamos convencid@s de que es bueno para ellos y les hacemos entender con nuestra actitud y ejemplo de sus bondades, debemos respetar su ritmo de aprendizaje para que realmente sea significativo para ell@s.
Y en cuanto a los objetivos que podemos querer para ell@s, ¿los hay válidos o no? ¿Cuáles son? ¿De qué depende? El factor clave es el respeto. Sí que están la supervivencia, los límites, los valores como criterios educativos… Pero para mí, el más importante, es el respeto. Respetar sus tiempos, sus ritmos, su forma de ser… Claro que habrá momentos, muchos, en los que no esté para nada clara la línea que separa qué es respetarle o dejar que haga lo que le da la gana. Ahí ya entra el sentido común de cada uno o el ensayo error. Se puede observar qué pasa si un día permitimos algo y actuar la siguiente vez en consecuencia. Que dé un mal resultado no lo convierte en un mal irreversible.
¿Qué no decidir por ell@s? Sus compañías, sus estudios, en qué utilizan su tiempo libre, su forma de vestir, la música que escuchan, su forma de bailar, cómo expresar sus emociones, sus gustos, el tiempo que les lleva hacer los deberes… Claro está que aquí el factor edad no se puede obviar y que, cuanto más mayores son, más libertad hay que dejarles. Para que luego tomen “buenas decisiones” hemos tenido que, en los años previos, habérselas mostrado, reflexionado y dialogado sobre ellas.
¿Qué decidir por ellos? El autocuidado, el respeto en las relaciones, la confianza en uno mismo, la capacidad de gestionar el tiempo, el autoconocimiento, la capacidad de expresarse… Cómo lleven a cabo estas conductas, ya será su elección.
¡Así que si quieres educar hacia buenos fines, proactividad, respeto y mucho amor!
¿Quiero mejorar por mi bien o para ser más perfecta?
Pues está muy bien que te preguntes esto, porque dependiendo de la respuesta tendrás éxito o no.
¿Por qué? Porque de la intención que tengas, depende todo.
Porque cuando lo haces por tu bien, lo haces por ti. Y cuando lo haces para ser más perfecta, lo haces por los demás. Deja que te diga una cosa: perfecta, ya eres. Dejas de serlo cuando te comparas con los demás.
¿Y cómo saber si lo haces por una u otra razón? Pues a base de preguntas, auto observación y reflexión. Tirando del ovillo. Sólo tú tienes la respuesta. Eso sí, has de ser sincera contigo misma, muchas veces no nos gusta admitir que hacemos las cosas por agradar a los demás o para obtener su aprobación. Pero muchas veces lo hacemos por eso. Claro que a todos nos gusta que nos halaguen, gustar o, cuanto menos, que no nos critiquen. Pero el peligro es perder el norte de lo que queremos.
¿Tan difícil es creernos que ya somos perfectos? Según la Real Academia de la Lengua Española, hay dos definiciones de la palabra perfecto que nos pueden ilustrar: “Que tiene el mayor grado posible de bondad o excelencia en su línea” y “Que posee el grado máximo de una determinada cualidad o defecto”. Pues es que nosotros ya lo somos. ¿Por qué? Porque somos únicos, incomparables, genuinos, irrepetibles.
NI HAY, NI HA HABIDO, NI HABRÁ JAMÁS NADIE COMO TÚ.
QUE TE QUEDE CLARO.
Si quieres mejorar, que sea por ti, al margen de lo que les parezca a los demás.
Mejora, pero desde la aceptación de tus defectos. Incluso desde mirarlos con cariño y comprensión. Míralos con humor, trátalos con amor. Y podrás cambiarlos con mayor facilidad. O incluso puedes darte cuenta, de que a tus ojos, no están tan mal y decidir quedártelos.
Es una cuestión de tratarte bien. Porque mejorar es un proceso que requiere de cariño para contigo. Para empezar, porque seguro que no estás tan mal como crees. Porque simplemente por el hecho de que quieras mejorar, ya implica que tienes cierto nivel de autoevaluación y autoobservación, que te cuidas, vaya. Trabajo con personas constantemente que quieren mejorar y veo que tienen una visión de sí mismas o del problema a tratar peor de lo que yo percibo. Están mucho mejor de lo que creen, pero su visión de la situación es pesimista.
Este vídeo, que me gusta ver de vez en cuando, creo que puede ir muy bien para ilustrar este texto. Imaginarme dentro de 30 años, echando en falta mi fortaleza, mi salud, mi jovialidad, mi piel, mi agilidad, los seres queridos que ya no estarán… Me sirve para darme cuenta de que ahora ya tengo cosas que son irremplazables, importantes de verdad y eso me hace valorarlas y sentirme dichosa de disfrutarlas. Entonces me doy cuenta de que muchas cosas que “me faltan” son CHORRADAS. Mejorar está bien, pero lo que ya soy, lo que ya tengo, es suficiente para ser feliz.
Estar “mal” no le gusta a nadie, pero a veces hay que aprender a estar bien estando mal. Porque nada es tan grave, de todo podemos a prender, de todo podemos reírnos y todo pasa.
Darle la importancia justa a las cosas y no presionarnos demasiado es lo que nos va a dar al final, una mejor calidad de vida.
No olvides lo importante.
Si sé que es bueno, ¿por qué no lo hago?
Si sabemos que algo nos mejora como personas, ¿por qué nos ponemos obstáculos? ¿Por qué es tan poderosa la comodidad? Dejar de fumar, comer fruta cada día, apuntarme a cosas que siempre me han gustado (montar a caballo, dibujo, escritura), cuidar mi alimentación, ir a correr, ahorrar, ser más alegre y buena persona, leerme el periódico cada día, estudiar algo…
Muy interesante la consulta que me hacen esta semana… Porque además yo creo que nos pasa a todos.
Hay muchas cosas que son buenas o malas para nosotros mismos pero no siempre supone que actuemos en consecuencia. No siempre hacemos lo beneficioso ni evitamos lo perjudicial.
En muchas ocasiones, el motivo viene dado por el hábito y el hábito, por una decisión o un aprendizaje, entre otros factores. En mi formación sobre PNL aprendí que es difícil dejar de fumar, por ejemplo, si no desmontas la causa que te llevó a iniciarte. No digo que sea la única manera de hacerlo, pero lo facilita mucho más si sabes que comenzaste pretendiendo aparentar algo que no eras, por ejemplo. Cuando desmontes esa creencia será más fácil que te deshagas de la costumbre.
Influyen muchas cosas a la hora de cambiar nuestra conducta. Creo que el convencimiento profundo de querer llevar a cabo el cambio es clave. Y lo suyo es que quieras profundamente hacer eso, no querer agradar a alguien con tu cambio o parecer más lo que sea con la consecución de tu meta. Sólo sirve si lo haces por ti.
También tiene mucho que ver el temperamento, hay personas más predispuestas a plantearse metas y a persistir hasta alcanzarlas, pero la educación que se haya recibido en ese aspecto, también es clave. Que te hayan educado en la autodisciplina, en el esfuerzo, en la constancia, que hayas visto esas actitudes en casa, influye mucho.
Por otro lado, los mismos cambios no cuestan lo mismo a todo el mundo, hay gente que tiene mayor facilidad para dejar un mal hábito o mayor dificultad para iniciar uno beneficioso.
Y, cómo no, la autoestima juega un papel clave… Si sé que algo es bueno o malo para mí, si me autoestimo lo suficiente, tendré mayor motivación para ser consecuente con ello. Los obstáculos que nos ponemos no son más que dudas de ese amor hacia nosotros mismos.
Sí, la comodidad y la pereza no son las mejores aliadas para conseguir nuestros logros, ahí también influye el temperamento que tengamos, pero creo que no es tan determinante. De hecho, la pereza también es un síntoma de desamor hacia uno mismo.
Cambiar las costumbres es algo que cuesta, porque físicamente al organismo le supone un gasto de energía extra. Es decir, cuando automatizamos conductas, lo hacemos porque es más rentable para nuestro cuerpo. No tenemos que pensar cada vez que nos disponemos a conducir, si lo que hay que hacer es pisar el embrague y luego el freno o meter primera, sino que lo hacemos “sin pensar”. En este caso está bien, si lo hacemos bien. Pero cuando lo hacemos con conductas que queremos cambiar, quitar el automático supone un sobreesfuerzo para nuestro organismo.
No podemos obviar la procrastinación… ¿Sabes lo que es? En este vídeo te o muestran perfectamente.
¿Qué hacer para poder llevar a cabo estos cambios?
- Priorizar, no podemos llevar varios cambios de hábitos a la vez porque nos va a costar mucho y es fácil que caigamos en el intento. ¿Cuál es el más importante? ¿Cuál me va a hacer sentir mejor? ¿Cuál es el que más me apetece? ¿Cuál es el que me va a costar menos? Quizá si empezamos por éste, nos vamos a motivar para continuar con otros…
- Una vez escogido el primero preguntarnos por qué realmente queremos cambiarlo. Hemos de tenerlo súper claro.
- Está bien trazarnos un plan, facilitarnos la consecución de objetivos. Siempre propongo trocear los objetivos en miniobjetivos para hacer metas más alcanzables y así poder ver qué se ha conseguido, qué no, premiarse por los logros y rectificar para acercarse más a las metas.
- Ponérnoslo fácil: si quieres cambiar de hábitos alimenticios, no tengas tentaciones en casa. Cuando hayas adquirido el hábito de comer mejor, podrás cometer excepciones, pero mientras lo estés afianzando, mejor que no.
- Cuando vayamos a abandonar o a hacer demasiadas excepciones, recordarnos por qué decidimos llevar a cabo el cambio, en qué nos beneficia.
- Convencernos de que nos merecemos ese cambio, que somos dignos de llevar una vida mejor. Esto puede sonar raro, pero muchas veces es la clave.
¡Espero que con estas explicaciones y consejos, puedas conseguir con mayor facilidad los cambios que te propongas!
No es tan fácil

Has conseguido muchas cosas en la vida que no te parecían sencillas. No digas que no, no te creo. Puedes conseguir muchas más. Cada vez que dices que algo es difícil, te estás poniendo excusas… Si quieres saber cómo vencerlas, te recuerdo que el viernes a las 18,30 hablaremos sobre… sigue leyendo